¿Qué tan novedosa es la hiperliteratura? ¿Incorpora materiales narrativos nuevos? ¿Es solo un cambio de formato?
Muchos de los elementos que se utilizan en la ficción escrita para la web —hiperficción o hiperliteratura—, y que se suelen citar como propios de este medio de expresión, se han experimentado mucho antes en papel.
El quiebre con la linealidad: ejemplos emblemáticos pueden encontrarse en algunas obras de Borges, Italo Calvino, Raymond Queneau, Max Aub… La utilización de enlaces web (links) que permiten el salto de un hipertexto a otro: un ejemplo en versión impresa, El libro de Manuel, de Julio Cortázar. Allí se incluyen recortes de diarios que aportan información sobre el contexto político y social de la narración; estos recortes serían el equivalente actual de links a notas de periódicos en la web. También la utilización de recursos gráficos está presente en el formato impreso —la inclusión de dibujos, fotografías...—, igual que la participación del lector en la historia. Los libros de la serie "Elige tu propia aventura" son ejemplo de esto último (a partir de preguntas relacionadas con los acontecimientos narrados, la trama sigue un curso distinto según la respuesta que el lector elija).
¿Existe entonces algún aspecto verdaderamente novedoso en la hiperficción?
La respuesta es sin duda afirmativa. Pero la novedad no habría que buscarla en los elementos antes citados, sino en el contexto; en la manera en que estos elementos se relacionan.
Desde hace ya varios años, existe una comunidad de usuarios de internet, cibernautas, que interactúan constantemente con páginas web. Un espacio que se rige por un lenguaje particular: el hipertexto. Lo natural aquí es saltar desde una página a otra, quebrar la linealidad, acceder a gráficos, sonido... Esta familiaridad en el uso del hipertexto, hace que esta comunidad de cibernautas sean permeables a aceptar las mismas reglas a la hora de acceder a una página web donde se publica ficción. Por lo tanto, lo que determina entonces lo novedoso, es este nuevo tipo de lector potencial, que ha adquirido habilidades, costumbres y exigencias nuevas en el contexto de la web: el ciberlector.
Para este tipo de lector (diferente del lector de ficción en formato impreso: donde lo natural es la linealidad y los elementos gráficos se viven como ajenos), el código expandido del hipertexto le es natural y deseable. Y es lo que espera encontrar cuando accede a una narración web.
Esto le impone al escritor de hiperficciones (ciberescritor) el manejo de elementos ajenos a la palabra y lo enfrenta con materiales que no necesariamente domina (programación web, aspectos de diseño y gráficos…).
¿Surge entonces la necesidad de un narrador multifacético: a la vez que escritor, diseñador web, dibujante, fotógrafo, programador…? En tal sentido, una opción que liberaría al escritor de esta exigencia, sería la asociación con artistas de otras disciplinas, con quienes diseñaría la historia, trabajando en estrecha colaboración. Cabe aquí la analogía con el cine, donde el guionista puede o no ser el director, el fotógrafo, el iluminador, y donde todos los elementos han de concurrir en una estética coherente. Pero lo que no hay que perder de vista es que el eje de la hiperliteratura es la palabra; a diferencia de otras narraciones web —como los videojuegos del tipo “aventuras gráficas”—, donde lo predominante es el aspecto gráfico y lo textual cumple una función secundaria. Esto significa que un ciberescritor ha de lograr la verosimilitud, que el lector se sumerja en la “mentira” que se le está contando, como cualquier escritor, mediante el trabajo literario. La diferencia central es que si se está escribiendo hiperficción, el ciberescritor debe ver de qué manera concurrirán los elementos extra —el quiebre con la linealidad, la participación del lector en la historia, la utilización de enlaces y recursos gráficos—, elementos que un ciberlector espera encontrar en una ficción escrita para la web. Si el escritor no trabaja con estos elementos y los pone al servicio de la narración, no estaría haciendo hiperficción, sino ficción, que en lugar de publicarse en formato impreso se estaría publicando en Internet. En tal caso habría sólo un cambio de formato.
La evolución de esta nueva forma de expresión dependerá entonces de la manera en que los escritores se apropien de este código —que ya manejan millones de ciberlectores potenciales— y lo pongan al servicio del viejo oficio de contar historias.
Textos consultados: "Creación literaria en la Red: de la narrativa posmoderna a la hiperficción", Terésa Gomez Trueba. Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid.
El quiebre con la linealidad: ejemplos emblemáticos pueden encontrarse en algunas obras de Borges, Italo Calvino, Raymond Queneau, Max Aub… La utilización de enlaces web (links) que permiten el salto de un hipertexto a otro: un ejemplo en versión impresa, El libro de Manuel, de Julio Cortázar. Allí se incluyen recortes de diarios que aportan información sobre el contexto político y social de la narración; estos recortes serían el equivalente actual de links a notas de periódicos en la web. También la utilización de recursos gráficos está presente en el formato impreso —la inclusión de dibujos, fotografías...—, igual que la participación del lector en la historia. Los libros de la serie "Elige tu propia aventura" son ejemplo de esto último (a partir de preguntas relacionadas con los acontecimientos narrados, la trama sigue un curso distinto según la respuesta que el lector elija).
¿Existe entonces algún aspecto verdaderamente novedoso en la hiperficción?
La respuesta es sin duda afirmativa. Pero la novedad no habría que buscarla en los elementos antes citados, sino en el contexto; en la manera en que estos elementos se relacionan.
Desde hace ya varios años, existe una comunidad de usuarios de internet, cibernautas, que interactúan constantemente con páginas web. Un espacio que se rige por un lenguaje particular: el hipertexto. Lo natural aquí es saltar desde una página a otra, quebrar la linealidad, acceder a gráficos, sonido... Esta familiaridad en el uso del hipertexto, hace que esta comunidad de cibernautas sean permeables a aceptar las mismas reglas a la hora de acceder a una página web donde se publica ficción. Por lo tanto, lo que determina entonces lo novedoso, es este nuevo tipo de lector potencial, que ha adquirido habilidades, costumbres y exigencias nuevas en el contexto de la web: el ciberlector.
Para este tipo de lector (diferente del lector de ficción en formato impreso: donde lo natural es la linealidad y los elementos gráficos se viven como ajenos), el código expandido del hipertexto le es natural y deseable. Y es lo que espera encontrar cuando accede a una narración web.
Esto le impone al escritor de hiperficciones (ciberescritor) el manejo de elementos ajenos a la palabra y lo enfrenta con materiales que no necesariamente domina (programación web, aspectos de diseño y gráficos…).
¿Surge entonces la necesidad de un narrador multifacético: a la vez que escritor, diseñador web, dibujante, fotógrafo, programador…? En tal sentido, una opción que liberaría al escritor de esta exigencia, sería la asociación con artistas de otras disciplinas, con quienes diseñaría la historia, trabajando en estrecha colaboración. Cabe aquí la analogía con el cine, donde el guionista puede o no ser el director, el fotógrafo, el iluminador, y donde todos los elementos han de concurrir en una estética coherente. Pero lo que no hay que perder de vista es que el eje de la hiperliteratura es la palabra; a diferencia de otras narraciones web —como los videojuegos del tipo “aventuras gráficas”—, donde lo predominante es el aspecto gráfico y lo textual cumple una función secundaria. Esto significa que un ciberescritor ha de lograr la verosimilitud, que el lector se sumerja en la “mentira” que se le está contando, como cualquier escritor, mediante el trabajo literario. La diferencia central es que si se está escribiendo hiperficción, el ciberescritor debe ver de qué manera concurrirán los elementos extra —el quiebre con la linealidad, la participación del lector en la historia, la utilización de enlaces y recursos gráficos—, elementos que un ciberlector espera encontrar en una ficción escrita para la web. Si el escritor no trabaja con estos elementos y los pone al servicio de la narración, no estaría haciendo hiperficción, sino ficción, que en lugar de publicarse en formato impreso se estaría publicando en Internet. En tal caso habría sólo un cambio de formato.
La evolución de esta nueva forma de expresión dependerá entonces de la manera en que los escritores se apropien de este código —que ya manejan millones de ciberlectores potenciales— y lo pongan al servicio del viejo oficio de contar historias.
Textos consultados: "Creación literaria en la Red: de la narrativa posmoderna a la hiperficción", Terésa Gomez Trueba. Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid.
1 comentario:
Hola. Hasta ahora se ha permitido que el primer autor en destacarse con la blogonovela defina lo que es esta modalidad, pero yo digo que es simple novela a entregas y no tiene porque tomar forma de confesionario o diario por un autor fingido. Es una novela a entregas y punto. Puede tomar tantas formas como la imaginación permita, y es mi parecer que es mejor una literatura honesta que desde un principio se presente como ficción y que no dependa del engaño para su éxito.
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